Aprendiendo a brillar como Cristo en el mundo 

Vivimos en una cultura ávida de autenticidad. La gente no solo pregunta qué creemos, sino cómo vivimos. Aquí es donde el llamado de Jesús a ser «sal y luz» (Mateo 5:13-16) se convierte en algo más que un eslogan; es un estilo de vida. La sal conserva y realza el sabor; la luz disipa la oscuridad y revela la realidad. Brillar como Cristo no se trata de reglas ni rituales, sino de la manifestación de la gracia en nuestra vida diaria.

«Que la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros…» (Colosenses 3:16). «No solo de pan vivirá el hombre…» (Mateo 4:4). Estos versículos nos recuerdan que la Escritura no es solo una obligación; es alimento. Terry Virgo a menudo habla de una vida centrada en la Palabra: la Escritura como un deleite, no como un deber. Los seguidores de Cristo permiten que la Palabra de Dios moldee su cosmovisión y guíe sus pasos. En un mundo de valores cambiantes, la Palabra proporciona estabilidad (Salmo 119:105). Comienza y termina tu día con ella. Deja que guíe tus decisiones y sazone tus conversaciones. Como las raíces que anclan un árbol, la Palabra nos ancla para que podamos resistir las tormentas y seguir siendo fructíferos.

“No se emborrachen con vino… antes bien sean llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). “Recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes…” (Hechos 1:8). El cristianismo sin el Espíritu es como un auto sin combustible: presente pero sin poder. Terry Virgo destaca la experiencia continua del Espíritu Santo: gozo, poder, valentía y dones. Esto no es solo teología correcta, sino una realidad viva. Los creyentes llenos del Espíritu irradian libertad porque están capacitados para el servicio y la santidad. Cada mañana, ora: “Espíritu Santo, lléname de nuevo hoy”. La diferencia en perspectiva y valentía te sorprenderá.

“Tengan entre ustedes este sentir… quien se despojó a sí mismo…” (Filipenses 2:5-8). “El que quiera ser el primero, que se haga siervo de todos” (Marcos 10:43-45). La verdadera grandeza en el reino no se trata de títulos, sino de toallas: la disposición a lavar los pies de los demás. La humildad no es menospreciarse, sino pensar menos en uno mismo. Esta postura contracultural es profundamente atractiva. Busca maneras invisibles y poco atractivas de servir: en tu iglesia, lugar de trabajo y vecindario. En una era egocéntrica, el servicio despreocupado brilla con fuerza.

“Se dedicaban a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión…” (Hechos 2:42). “En esto conocerán todos… si se aman los unos a los otros” (Juan 13:35). El cristianismo no es una búsqueda individual; es una aventura familiar. Las raíces de Terry Virgo en Newfrontiers enfatizan la participación, no la observación. Los seguidores de Cristo crecen mejor juntos. El mundo reconoce a Cristo por el amor que su pueblo se muestra mutuamente. Comprométete con una iglesia local. Sé conocido, rinde cuentas, participa. El verdadero discipulado se da en círculos, no solo en filas.

“No miramos a las cosas que se ven, sino a las que no se ven…” (2 Corintios 4:18). “Nuestra ciudadanía está en los cielos…” (Filipenses 3:20). Los seguidores de Cristo somos peregrinos de paso. Cuando nuestra mirada está fija en la eternidad, nuestras manos sostienen las posesiones con ligereza y nuestros corazones soportan las pruebas con firmeza. Esta perspectiva genera resiliencia en las dificultades y generosidad en el éxito. Pregúntate con frecuencia: “¿Cómo refleja esta decisión mi hogar eterno?”. Esta pregunta puede recalibrar las prioridades en un mundo obsesionado con lo inmediato.

“Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo 28:19-20). “Seréis mis testigos…” (Hechos 1:8). No solo somos salvos de algo, sino salvos para algo. La evangelización fluye naturalmente del gozo en Jesús. Terry Virgo nos recuerda a menudo: los creyentes comunes están llamados a una misión extraordinaria. ¿Por quién podrías orar y conectarte este mes? Invítalos a un café, ora por ellos y comparte tu historia. La misión no es un añadido, sino el fruto de una vida transformada.

No se trata de requisitos, sino de fruto de la gracia: siervos humildes, llenos de la Palabra y del Espíritu, que viven en comunidad, con una perspectiva eterna, en misión para Jesús. Como dice Pablo: «Todos… contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados…» (2 Corintios 3:18). Nos convertimos en aquello a lo que adoramos. Cuanto más miramos a Cristo, más brillamos como Él. Así que respondamos con adoración y pidamos a Dios gracia renovada para vivir como seguidores de Cristo en nuestra generación. En un mundo que busca lo auténtico, la autenticidad en Cristo brillará más que cualquier campaña de marketing.